30 de Diciembre, 2011

Cuando mantuve una entrevista con un psiquiatra y me di cuenta de que no tenía ni puta idea de drogas, cuando hablé con una psicóloga y me dijo que debería de perdonar hasta incluso a los terroristas de ETA sin más, sin una explicación, solo perdonar para que yo sea perdonado, entonces y sólo entonces me dije, cuidado con estos profesionales de la mente, ¡¡¡cuidado!!! Que son unos pájaros de altos vuelos, por encima incluso de los mecánicos y de los veterinarios.

Unos se aprovechan de los pocos conocimientos del usuario del vehículo e incluso rompen lo nuevo para cobrar dinero y los segundos, juegan con la sensibilidad de los amos para con los animales, hacen radiografías a serpientes, escayolan a las ardillas y limpieza de encías a los escarabajos peloteros, deberían ser denunciados por las asociaciones de animales, por tratar a animales que no están ubicados en sus respectivos hábitats naturales. (Como en todo, no son todos los que están, ni están todos los que son, en todos los gremios cuecen habas).

Prosiguiendo con la conversación con la psicóloga, la pregunté ¿cuáles habían sido mis errores? Me contestó, que no se trataba de hacer una lista de mis errores, sería larga, quizás para otra persona serían virtudes, pensé yo en silencio, como se piensa, en silencio.

Me dijo que no se trataba de decirme quien era yo, y sí más bien de que mirase hacia atrás en el tiempo y que investigara todas aquellas cosas a las que había dado la espalda, pero que las mirara de frente, sin miedo, cogiendo al toro por los cuernos, porque quizás me daría cuenta de que mi vida había sido de un hombre solitario, al menos en pensamiento, y que hacía nuevas amistades, al igual que alguna que otra relación sentimental por el hecho de coleccionar nuevas aventuras y convertirlas en literatura barata, una literatura teñida de los destrozos que has hecho con tu vida y con las de los demás.

Algo me decía que ciertas cosas de las que estábamos hablando correspondían a una infancia y adolescencia llena de emociones fuertes, de amistades peligrosas y de lugares extraños.

En realidad sigo siendo ese niño reacio a integrarme donde me digan unos gilipoyas, ya sean psicólogos o gente que se creen que llevan una vida buena y bonita, cuando en realidad es una basura de vida aburrida, porque han perdido la sonrisa alegre, la sonrisa picaresca y la sonrisa burlona, ni sonríen, ni se ríen, son personas integradas a un sistema, a una sociedad en la que no creen, pero que siguen metidos en la noria, unas veces abajo, otras en el medio y otras en la altura, yo al menos siempre estoy abajo, porque no me monto en esa noria, en la noria de la vida de los para mi “los otros”, que esconden su amargura, lloran cuando desean reír y ríen cuando desean llorar, hacen todo por automatismos establecidos por la sociedad, una sociedad que les necesita, una sociedad que les exprime y les ahoga hasta que los tiran a la papelera como una servilleta estrujada, después de secarse la boca por haber comido un rico pastel de chocolate.

Yo la verdad, he sido un niño muy querido por mis padres, lo he tenido todo, y también es cierto que he intentado todo por ser diferente, por no pertenecer a un grupo, a un rebaño, por eso mis paseos solitarios cerca de las carreteras, esos amaneceres en la playa yo conmigo mismo, como cuando alguno de mis compañeros de viaje de la vida se han marchado, yo siempre procuraba estar en la ultima fila al principio, y en la primera al final de su despedida.

Respecto a la conversación con la psicóloga, lo que más recuerdo, es que me pareció un poco emocionada, pero más que emocionada, excitada, con unas gafas estilo película pornográfica, (a nadie se le escaparía ese detalle, era llamativo), y deseosa de saber más de mi vida, esa vida que desean corregir y que según ella misma dijo, tu has vivido como tres vidas, ojalá yo hubiese vivido lo que tú, porque la droga que más engancha es el sex…, se le escapo la palabra… ,y la corrigió por la palabra adrenalina, y añadió, tu problema es que necesitas esas descargas emocionales cada vez mayores, porque pocas cosas te harán vivir como has vivido.

Entonces la dije, para acabar la sesión, lo cierto es que no necesito encontrar el origen de ningún problema mío en el pasado, ni algún trauma, no necesito tomar las riendas de la vida, porque la vida misma marca esas riendas y el objetivo de la vida es importante, pero vivir el cada día como si fuera el último también, y quizás mucho más, como tampoco reírme si tengo ganas de llorar y viceversa, se quedó pensativa la psicóloga y mirándome a los ojos, en ese momento, la dije pues bien, ya tiene los deberes hechos para al menos una semana, acaba de aprender más que en sus 5 años de carrera universitaria

SOLO MERECE VIVIR, EL QUE POR UNA NOBLEIDAD DESEA MORIR.