12 de marzo, 2009
Todo tuvo su desarrollo en el bonito, romántico y folclórico país de Irlanda, y en la zona del nordeste, dominada como no podía ser de otro modo, por Inglaterra, en un conflicto histórico en el cual tienen como protagonistas de esta obra de teatro dramática por los diversos asesinatos, a los protestantes unionistas por un lado, y por el otro a los republicanos católicos.
La cuestión era que ya había estado en Dublín, pero esta vez quise conocer Belfast.
Se sabe que el plato fuerte en las islas británicas es el desayuno y como buen español y sabedor que necesitaba energías para poder ver tantos museos, castillos, catedrales como otras cuestiones, pues desayunaba abundantemente, copioso tal vez en el argot de la hostelería.
Visité todo lo que planificaba la noche anterior a pie y en el bus, tanto por Dublín y los pueblos periféricos como sitios recónditos y extraños, con mujeres de mala o buena vida, ¿quién lo sabe? La zona famosa de los liberties, que son personajes borrachos y tatuados, con unas normas de violencia y rebeldes con una causa hace ya tiempo, pero que ya no tiene sentido, también los alrededores del estadio de rugby donde se concentran jóvenes sin un porvenir fructífero y que a los turistas o despistados no dudan en darles un susto, robándoles y amenazándoles con algún arma blanca.
En fin, todo eso está bien o mal, el caso es que no era la circunstancia por la que ya en un principio tuve un retortijón serio e importante, sucedió en las aulas de la famosa University Collage, tuve que ir rápidamente a los baños y descargar todo lo que mi estómago no acostumbra a ingerir a esas horas del desayuno irlandés y sus ingredientes.
Tomé y me senté en uno de sus baños como si se tratara de Guillermo III, y comenzaron a sonar mis estruendosos pedos o aires como si se tratara de un ataque vikingo, a todo ello se oirán voces de catedráticos y eminencias de tan famosa universidad, y es que estaba cercano en el mágico mundo del libro de Kell, uno de los libros con mas sabiduría que se guarda con sumo esmero. Yo tiraba de la cadena para hacer sonar más fuerte mis pedos, pero eran más fuertes que un regimiento de la más maligna carga de guerra vikinga por aquellos años, tuve que salir con aire de satisfacción y gran vergüenza, pero lo hice con la cabeza muy alta, el culo muy bajo y más pelado que el de un mono y la cara muy roja. Esta fue mi primera experiencia en los retretes de Irlanda.
Otro buen día, soleado y con la gente de buen humor por las calles me entraron otra vez esos terribles retortijones y sonidos de viento en el interior de mi intestino, esta vez me encontraba cerca de la estación central, me apresuré velozmente como un poseso, si no me cagaría en la calle irremediablemente, cuando llegué al baño pasando por encima de los clientes de un pub, al entrar vi la luz, porque el retrete estaba vacio, solo unas pocas personas hacían aguas.
Llamaron a la puerta y como no podía levantarme, dije en un perfecto inglés que estaba ocupado, pero se trataba de una estación y no podía hacer esperar mucho al personal cagón, pues era un sitio de tránsito y podía colisionar los culos de los allí presentes, tuve que hacer tronar mi estómago lo más fuerte posible ya sin vergüenza ninguna y salir corriendo del lugar con la mirada atónita de camareros y clientes. Esta fue mi segunda estampida tanto cagona, como en rapidez de piernas para no crear ningún mal entendido.
Entonces llegó el gran día de viajar desde Dublín hasta Belfast, con una gran algarabía y con un gran entusiasmo por conocer esa ciudad bella y a su vez siniestra por asesinos de uno y otro bando, me subí al autocar el cual me llevaría hasta la ciudad en tres horas de duración del viaje.
Nada más subir ya comenzó mi estómago a notar extrañezas y cuando llevaba una hora de dicho viaje, mi intestino parecía que iba a explotar, no me fijaba en el paisaje y el yoga que practiqué y la meditación no me sirvieron para nada, pues el cuerpo físicamente en esos momentos sigue su curso y sufrí hasta llegar a la estación de Belfast como nadie se puede imaginar.
Una vez en la estación, me dirigí directamente hasta los baños, pero para mi sorpresa había un stop, y es que había una señora que lo estaba limpiando, se me vino el mundo abajo y mi culo también, aguante esos 15 minutos y cuando salió la señora, me acomode en la taza del WC, y comencé hacer tronar en todo su esplendor mi culo, eran sonidos fuertes, pero naturales, estruendosos, pero risueños, alegres y divertidos para algunos, pues se oían las risas de los de afuera, y desagradables y guarros para otros, pues criticaban mi actitud desinhibida y necesaria.
Pero la fatalidad llegó hasta mi tronera central, pues la señora de la limpieza quizás alertada por las circunstancias y también por su curiosidad de ser una mujer loca de atar, comenzó a meter por la parte de abajo, en la cual había un espacio, su mocho de fregar de lado a lado y de abajo hacia arriba dando golpes con él, yo me encontraba debilitado y no estaba disponible para decir nada, solo esperaba a que no volviera a meter su fregona casi en mi entrepierna, pero siguió repitiendo la acción y ya empecé a pensar ¿que quería esa mujer con cara de loca y con su pelo más feo que el de la fregona? Yo no contestaba, solo un débil, está ocupado en inglés, entonces se paró todo, ya no oía voces del baño del los urinarios, ni tampoco los grifos para lavarse las manos.
Aproveché para darlo todo y no dejar ni rastro en mi cuerpo de bacterias, pero sucedió algo que todavía me atormenta.
Noté y escuché como alguien daba golpes sobre mi puerta del baño, cada vez más fuerte y repetidamente, no decían nada, solo golpeaban la puerta de una manera y forma muy violenta, vi como el pestillo de la puerta estaba a punto de ceder y que podía recaer sobre mi persona toda esa puerta que parecía que era de un material bastante fuerte y buena calidad, parecía como de goma, y dije por segunda vez, que estaba ocupado, pero preocupado, pues empecé a pensar rápidamente en lo del conflicto de esa ciudad y podían haberme tomado como a un terrorista, ya que nada era normal de lo que me sucedía.
Asustado y desvalido, me subí los pantalones y salí ,y vi que eran dos policías que se estaban metiendo sus armas reglamentarias tales como porras o parecidas en sus fundas correspondientes y que me daban la espalda alejándose del lugar de autos, y grité en español ¿qué pasa, que aquí no se puede cagar o qué? Siempre he creído eso de que el 80% de nuestro lenguaje es el no verbal, así como en los lenguajes extranjeros, que aunque no se entiende cuando nos hablan, si podemos deducir si la persona esta disgustada, alegre, irritada, frustrada, divertida y demás. Entonces vi a la señora loca cómo, después de dar mi grito, me tenía preparadas unas servilletas especiales y también pulsó el secador de manos, me serví algunas servilletas y me fui con un gran disgusto, un buen susto y a gusto.
Cuando leí la prensa irlandesa, me llamó la atención el hecho de que rondaba por Belfast un asesino terrorista vascuence, de nombre de Juana, y que había huido de Dublín, justo del distrito 13, para instalarse en la católica y protestante ciudad del noreste de Irlanda.
Pensé que todo lo acontecido sería por cosas como que un terrorista este por su ciudad, o porque unos locos sean de un bando u otro respecto al conflicto el cual me importa una mierda.
Pero la conclusión es que ese desayuno irlandés incluye unas pequeñas judías, unos huevos revueltos, una morcilla blanca que pica y ésta te hace que comas la negra, y esto que tomes un yogur de frutas y luego unos zumos de naranja.
Luego entonces, la verde irlanda se quedó, por unos días, al menos por 10 días negra como la morcilla, pues no debo culpabilizar a los otros alimentos, pues tienen la presunción de inocencia, la morcilla es sospechosa a ojos vista por su color y olor.
Así pues, si vas a Irlanda y desayunas morcilla negra.
TE LO PASARAS QUE TE CAGAS.
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