31 de Julio, 2013
Después de haber estudiado algunas asignaturas de pedagogía, siento la necesidad de expresar y dar algunas opiniones al respecto en comparación a la vida real junto a la pedagogía en general.
La pedagogía es muy sabia y bien entendida en su aplicación puede construir a grandes personas y más aun reconstruir a las ya perdidas por otros senderos sin gloria y directos hacia un infierno terrenal, tanto a mujeres, hombres, niños y ancianos.
La pedagogía son muchas asignaturas y ramas, además de su aplicación, con más amor o desamor, ternura, dureza y dulzura, cada maestrillo tiene su librillo para educar y, satisfacer las necesidades del alma o la curiosidad del educando, todos los educadores tienen una bonita labor por delante, pues ellos son gran parte del futuro, presente y lo fueron en el pasado, solo me queda pues animar a todos aquellos que duden en sus estudios, animarles para que se encomienden a este grado de estudios que sin duda alguna les llenará de gozo y de sabiduría interior que no se puede llenar ni con todo el oro del Perú o todo el dinero de un árabe o ruso de estos de moda en el mundo del fútbol.
Ahora bien si llevamos la sabiduría de los libros y más concretamente de la pedagogía a la calle, la historia es más que posible que cambie, pues en la calle, no existe ni tiempo, ni voluntad ni ganas de ser un educando más, se necesita la efectividad, la rapidez y velocidad de pensamiento y muchas más capacidades para salir de ciertas situaciones ileso, es entonces y solo entonces cuando se debe de aplicar otro tipo de pedagogía, la de la dura ley de la calle, no de la calle de los ricos con chalet o fincas con caballos, jirafas y tortugas, la ley de los barrios.
He visto a gente con remordimientos que decían sentirse culpables por haber sentido placer por el dolor de alguien y que al día siguiente no se paraban a buscar sus razones sobre el tema en cuestión y reflexión sobre ello, muchos sabemos que existen personas que necesitan del sufrimiento para despertar el interés de alguien que les consuele.
Cuando me dieron una paliza unos tipos, no me dolió la oreja rajada, las costillas dañadas, ni la boca ensangrentada, me dolió que dos de ellos se apiadaran de mí, pasados unos días en los que nos cruzamos por la calle, pidiéndome perdón, esa actitud me dañó el alma, el corazón pues hubiera preferido sentir más contundencia en esos golpes, más placer en aquellos ojos, porque hubieran sacado lo mejor de mí.
Una vez una persona de un solo golpe practicando boxeo me dejó noqueado y se comportó como un caballero, confesó que me lo merecía por ir demasiado deprisa y que así aprendería, una gran lección por su parte y una gentileza inusual en estos tiempos, no puedo nada más que dar las gracias allá donde estés pelirrojo, de verdad que no lo necesitaba. La historia acabó un buen día que coincidimos en un pub, acabamos a las tantas de la madrugada disfrutando entre el adiós de la luna y el saludo del sol, ya no quedan muchas personas con ese tipo de valores, todo se va perdiendo y no todos los problemas son cuestión de la economía, los valores cuentan y mucho.
Aquellos momentos, aquellas noches de verdadera pedagogía, de la que si abres los ojos y escuchas aprendes cosas indescriptibles, podrías aprobar una oposición de psicología y no estar más de 10 años, 10 horas diarias estudiando la psicología en los libros y de los libros, que craso error.
Las prácticas se deben realizar in situ, sentir el olor a miedo, saber cómo huele un castillo deshabitado, ver los ojos de odio de alguien, como observa un herido en el suelo, sentir, vivir el momento como si fuera tu último suspiro, andar por lugares que tu vida no vale nada y saber que a la vuelta de la esquina esta tu último caminar, si no vives esto, pues no has vivido, tendrás una familia y una casa, hasta un coche de última gama y con mucha suerte la hipoteca pagada pero no has vivido una vida real, plena llena de sensaciones, emociones de las de verdad, donde tu amígdala se dispara por el pánico, donde todo tu cerebro entra en funcionamiento, el cerebro medio, anterior y posterior, todas sus funciones neuronales se sienten como la caricia de tu ser más querido o un saludo de tu mascota.
Aquellas noches de vestirte o disfrazarte de lobo o cordero, de pescar sin anzuelo, practicas impagables, del conocer a los chicos de barrio, los niños de las calles, de las etnias, conocer sus educaciones de todo tipo, formal, no formal, informal, de sus códigos, de sus señas, de sus valores en consecuencia y consonancia de sus posiciones sociales y estructuras familiares, sus sentimientos, donde se aprecia el calor de una mano amiga, un escupitajo en la cara merecido, un desprecio rotundo, un beso de necesidad, sientes que tu amígdala esta al rojo vivo, que la secreción de dopamia, endorfinas y serotonina está a unos niveles que pocos pueden alcanzar con una vida placentera y políticamente correcta, la que la sociedad les impone y que en realidad no hayan la felicidad, más bien son unos desdichados que ya solo pueden aguantar la rutina diaria, la monotonía, el día a día, la vida vacía y con pocas expectativas, no viven para el futuro ni para el presente, se dejan llevar por la sociedad y no toman decisiones propias, todo depende de los otros y nada depende de ellos, la depresión acecha y la personalidad se deteriora, la vida no es esto… retumban en sus cabezas una voz cada día y cada noche, así todos los días, muy triste.
Aunque leyeran diez veces más en tres vidas que les dieran, jamás entenderías lo que te escribo, porque o lo vives o no lo vives, y esta es la verdadera pedagogía, donde las hostias van y vienen, iban y venían con pasmosa fluidez y nunca estaba claro quién era el emisor ni el receptor, para quien iba y para quien no iba, donde las chicas aparecían y desaparecían como en un escenario de magia, cuando beber una copa de más podía significar meterte en un buen lío, y decir una palabra mal entendida sería tu perdición.
Para qué preguntar o indagar pudiendo arreglar o estropear del todo lo que muchos buscan, para qué dar a la justicia un rato de derecho de sumisión, pudiendo arreglarlo el pueblo llano y sencillo, para qué sentencias y revoluciones innecesarias, en definitiva sentencias absurdas.
En una ciudad que no recuerdo en un verano del 98, antes de la celebración del juicio tanto el demandante como el demandado comenzaron a liarse a hostia limpia, limpia y digo bien, sin asuntos turbios y sucios de por medio, como por ejemplo la justicia de toga y papeles raros, pues bien, una vez se pusieron calentitos y se repartieron unas cuantas hostias como panes, se relajaron y ambos dijeron al juez, señor juez asunto zanjado, eso es justicia y pedagogía.
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