28 de Septiembre, 2012
Era viernes por la noche y tocaba reunirme con mis amigos para tener una charla informal, de esas de fútbol y piropos a las chicas, nada en especial, todo cambió cuando sonó mi teléfono y me comunicaron que si deseaba ir a la grabación de unas escenas de televisión española en relación a unos anuncios y de alguna serie, acepté sin más, lo peor o mejor de mi según creo, es que suelo apuntarme a cosas extravagantes y raras, improvisadas más bien, diferentes quizás, temerarias seguro.
Me dieron a entender que debía de bailar y hacer algo atípico para la grabación, quien me llamó me conocía, y quien grababa también, las relaciones sociales que fui encontrando por la vida, aparecen de vez en cuando, y esta vez la cuestión era la televisión y su preciosa mentira y parafernalia para rellenar un capítulo más de mi vida.
Ya estaban los focos, las mujeres con vestidos rojos, con perfumes exagerados y labios muy pintados, los extraños hombres manipulando al personal para que se pueda grabar y otras almas que pululaban por el entorno del lugar, las chicas me aseguraban que me conocían de algo, otras que me preguntaban, que si había estado aquel día en ese lugar con aquel periodista o escritor, sus aseveraciones y preguntas me daban lástima, solo deseaban romper el hielo con ese contacto verbal, lo cierto es que me noté fuera de lugar y solo contestaba, creo que no era yo…lo que dejaba desubicadas a aquellas mujeres, ya que no seguía la conversación, pues no sabía seguir la conversación en aquellos momentos.
Comencé a recordar mi pasado, y lo difícil que es alejarte de una cierta fama, aunque esa fama sea la un chico de barrio, de quitarse esa piel y querer ser tú mismo, uno mismo.
Recordé lo fácil que resulta que fluya el cariño hacia ciertas personas que están en un camino equivocado y sin un puerto a donde dirigirse y alguien que les espere, y que a su vez hacen todo lo que pueden para perderse por esos falsos caminos, para al final arrojarse al vacío, cuando descubren que más allá del placer de la gloria, solo tiene cierto encanto la decepción y el fracaso.
La noche trascurrió bajo el calor de los focos y esa luz que intimida, no por su resplandor de luces, y sí por su continua persecución agobiante, yo debería bailar y hacer otras cosas en clave de humor y las hice, y las repetimos, unas veces por el trabajo, y otras muchas por gusto y diversión, las chicas seguían acercándose a mi, por el simple error de que el director de toda esta película era mi amigo, amigo de noches y diversiones, esa diversión que estaba comenzando en ese rodaje por el efecto del alcohol y otros excesos sin límite, coño ¿dónde esta el límite para esta gente?¿En Winnie Houston, Camarón, Maradona, Fredy Mercury? Quizás ya no soy igual que antes y me alegro por tener esa visión, ese juego no me , no me gusta, demasiado para mi, seguía haciendo reír a las personas y transeúntes que miraban con curiosidad la función.
Una vez acabado el rodaje después de 6 horas y con el alcohol en las venas, en el hígado y en el cerebro, era ya tarde para tomar consciencia y distancia del alto voltaje que inundaba el ambiente, de esa vorágine de chicas con vestidos rojos, zapatos de punta, labios pintados y sujetadores a la vista, hombres con fama que habían sido mis ídolos y me habían hecho reír y llorar en televisión, y que estaban allí junto a mi y deseaban entablar una conversación con alguien tan extraño como yo, porque según decían, había realizado la grabación con espontaneidad y sencillez. Además de obviar toda la parafernalia de aquellos focos que para mi eran como perseguidores de presos que querrían huir de una cárcel, aquellas personas no sabían con quienes estaban, con quienes dormían, bailaban, hablaban, tantos viajes, tantos momentos llenos del caluroso aplauso del público, tantos éxitos como tantas decepciones y yo allí entre tantas almas ambulantes, compartiendo una noche con ellos para vencer a mis miedos, reírme con esas personas, compartir una risa, habían cimentado mi vida de alguna manera con sus espectáculos televisivos y allí estaban, junto a mi y yo junto a ellos, era un sueño.
Lo cierto es que se rompieron esos mitos, esos héroes, esos ídolos, aquellas personas habían colmado por completo sus necesidades y solo deseaban ya el placer de alimentar sus vicios, tuvieron tanto dinero que sus manos se hicieron pequeñas, ahora querían bailar en la calle, quitarse la camisa y hacer todo lo que la fama les prohibió, ellas, las mujeres, deseaban desinhibirse de todo, beber, cometer excesos con chicos de barrio como yo, hablar de cosas intranscendentes, frívolas, olvidar guiones, romper papeles, notar la voz cálida y la sencillez de alguien corriente que comete los errores igual que ellos, pero además sin dinero, notar la espontaneidad, ese aire fresco que da la vida, alejarse de esas cadenas televisivas y carcelarias.
Les hice reír, les hice felices una noche siendo como soy, o quizás no, no lo se la verdad, pero rieron y mucho, me abrazaban y sentía su pena, era un sabor agridulce, estaban felices siendo unas almas perdidas, deseaba que fuera mentira como se estaban mostrando, sin rumbo, sin hora, con excesos, quería que fuera un sueño raro, pero era verdad. Aquellas personas vivían así, de aquella manera tormentosa, risas falsas con los focos, risas raras sin los focos. Me sobrepasaba la situación, pero debía seguir interpretando el papel del espontáneo amigo de aquel director de cine que nos hicimos amigos por una noche que yo no sabia quien era y le traté regular, eso le gusto, porque según me contó tiempo después, todos le hacen la pelota y yo le hice de todo, puedo asegurarlo, menos la pelota, aquella noche acabamos tomando churros con un ron con limón y sobre su moto nos dirigimos a las 7 de la madrugada a casa de una chicas de Las Palmas de Gran canaria, allí sellamos la amistad.
Saqué el orgullo del perdedor, quería estar con una chica de esas de las preguntas tontas y extrañas que deseaban amistad con alguien que conociera a un director, para que fueran futuras actrices o qué se yo, saqué la parte obscena, dicharachera, pero esta vez directa capaz de hacer cualquier cosa para satisfacer mi apetito voraz de desenfreno, pero pronto me di cuenta de que lo que de verdad deseaba esa muchacha en la habitación del hotel era a alguien que hablara con ella, era una joven aterida en la más absoluta soledad, que trabajaba como enfermera, que no necesitaba un coche precioso en la puerta de sus casa, y sí una camisa para poder derramar sus lágrimas, un achuchón sí, pero de cariño, un halago, quería desmentir su imagen de chica fácil para un revolcón y sustituirla por la de una mujer inocente y desdichada a quien poder compadecer.
Qué decir de aquellos hombres que tantos aplausos recibieron en sus vidas y que me di cuenta que deseaban ser libres, bailando en una plaza, riéndose en un banco sentados tomándose una lata de cerveza y riéndose con alguien tan común como yo. Me desgarró del alma mis esquemas de la fama, de las vidas de risas ficticias de la televisión. Noté y sentí la pena, la pena que acabó cuando todos juntos comenzamos a bailar la conga de madrugada sin focos que persiguen, sin guiones, sin hacer ningún papel.
Lo único que nos mantenía en pie, era evitar el sueño, ese sueño que nos inundaría en el mundo de las pesadillas, por eso bailamos hasta más tarde del amanecer para engañar a la noche y siempre por nunca dormir. En eso coincidimos.
PREFIERO COMER ATÚN CON LOS POBRES, QUE CAVIAR CON EL DIABLO.
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