25 de mayo, 2008
La envidia se puede dar en diversas y variadas circunstancias de la vida. Es, además, la peor enemiga de uno mismo, porque destruye el yo interior a fuego lento. La envidia es causada por ver a otro gozar de lo que desean ellos mismos, los celos por ver a otro poseer lo que quisieran tener y nunca obtendrán.
La envidia en el deporte es muy gráfica, se puede apreciar claramente en un momento dado en el cual se critica al mejor dotado, suele ocurrir entre las edades de 10 y 13 años (edad puberal), y es algo normal y pasajero. Pero si ésta trascurre en el tiempo y rebasa los 20 años se crea una patología crónica de difícil curación, porque aparece el complejo, que no es otra cosa que una declaración de inferioridad.
La envidia viene dada en el deporte por una inaptitud patente con el grupo y suelen asociarse grupos de la misma condición en contra de todos aquellos que son superiores en el deporte que se practica. Todo ello derivado por sus carencias tanto técnicas, físicas y demás que comportan la actividad a desarrollar, solo es un capricho más para algunos y un tupido velo para otros para esconder sus verdaderas intenciones, unos para ganar tiempo y seguir viviendo en unas circunstancias favorables en consonancia con su personalidad, otros manipuladores o sinvergüenzas en sus vidas propias.
Esta circunstancia además tiene un agravante, pues no solo resalta la crítica destructiva, y es que los toneles vacíos son los que más ruido hacen, practican la ironía y el sarcasmo gratuito pobre y con poca ingenuidad, esta circunstancia suelen aplicarla solo los estúpidos para hacer reír a todos aquellos que en tierras del sur de España llamaríamos los palmeros (personas que ríen sin saber el porqué al manipulador de turno, por unas cervesitas gratis).
Estas personas son capaces de compartir su tiempo y espacio en pensar y hablar entre ellos métodos absurdos en una misma cama, casa de pueblo, diferentes países o algún Pub para comentar e inventarse cualquier idea paranormal y decírsela o aplicarla a los dotados, o para guardar silencio, (el silencio del envidioso va siempre lleno de ruidos). Lo aplican a sus imaginarios enemigos porque ven en ellos virtudes tanto en la práctica del deporte como en sus vidas privadas, que ellos, los perdedores y envidiosos, jamás llegaran a conseguir. Matan sus miserias y penurias con chicas con una patente baja autoestima y tan perdedoras en sus mentes que son capaces de realizar y llevar a cabo ideas surrealistas como ellos mismos, incluso pueden llegar a ser tan hipócritas y decir, creyéndoselo, que la virginidad es una virtud. De cualquier forma y manera se retroalimentan en una fantasía que les encierra en un callejón sin salida. También a sus familias. Lamentablemente, teniéndolos/as que aguantar por su estado histriónico o por caridad, lo que no se haga por los hijos/as. Pero a veces por la caridad entra la peste.
Al respecto del deporte, veo y siento cuan desdichados se sienten todos aquellos que muestran una constante atención a los buenos y puros de corazón que gozan de saber que viven en consonancia con su propia naturaleza, sea en el deporte o en temas extradeportivos, y los envidiosos, con su constante atención hacia éstos, muestran cuánto se aburren en la vida.
Incluso en los grados patológicos, puede ser tal este vicio de la envidia que se puede apreciar de una forma metafórica como se arrastran por los suelos como una serpiente.
Intentan simular una virtud, pero es tan triste como una traición mentirosa duplicada que esconde malicia y se une la falsedad.
Además queda el resquicio de que debemos entender que todo envidioso irá en contra del virtuoso, y es entonces cuando debemos de tener cuidado, pues la envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen recíprocamente por el hecho de perseguir la virtud del DEPORTISTA Y OTROS ASPECTOS DE LA VIDA MISMA.
A fin de cuentas, lo que es cada uno/a habla más alto de lo que pueda decir y entonces es cuando los envidiosos están a tiempo de reconocer que sus deseos, ya sean deportivos, como personales, no van de acuerdo con sus facultades físicas o psíquicas.
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