07 de Enero, 2011

Llegan momentos y situaciones en el mundo que deberíamos reflexionar qué estamos haciendo con nuestras vidas y sobre todo con la vida del planeta Tierra. Dios no es un orador y no le gusta hablar, sino hacer, así pues en caso de que nos dijera algo desde lo alto de una montaña en pie o sentado con toda la humanidad en una noche bajo la luz de las estrellas, sus palabras serían parecidas a estas.

Esta es la primera vez que me dirijo a vosotros directamente, y posiblemente la última, pues el hablar es cosa de humanos y yo me comunico con la humanidad infinidad de veces mediante la voz de los árboles, las plantas, los seres, las estaciones del año, el desierto, la selva y quizás mi palabra sea el trueno, el relámpago, la tempestad, la nieve, el tifón, el terremoto, las cataratas, el fuego, el viento, el leve silbido de la brisa, el ruido de las olas, la sombra del anochecer y el alba al amanecer.

Ya dejé perdidos los 10 mandamientos que entregué a Moisés, y sólo me queda manifestarme con el lenguaje de la naturaleza, y eso debería avergonzaros a todos. Demasiadas catástrofes, como volcanes, terremotos y otros desastres naturales han producido la muerte de muchas personas, y yo no creé la naturaleza para ser mortífera, vosotros los hombres a vuestro antojo y capricho la usáis de la manera más caprichosa cada día para aceros más ricos, y en definitiva para un supuesto bienestar ficticio. Luego todos lo lamentan tarde o temprano, porque seguiréis sin entender mis palabras, que os envió cada mes, cada semana, cada minuto.

Os marcan unas leyes y realizáis otras, pedís que se os marque un camino, para seguir otro cuando ya teníais el primero marcado, tenéis un Dios, y os inventáis otro.

Como os conozco se que mis palabras se perderán en el aire, envié a un hijo y lo matásteis en una cruz, también le vitoreabais y le echábais flores la mañana que entró en Jerusalén.

Siento que esperáis mucho de mi, más que mucho, demasiado, y es que vuestro principal defecto es esperar mucho de mi , como si os tuviera que dar algo más, yo os di todo, sois parte del universo, os di la vida y la muerte, antítesis esplendorosas, os di la conciencia, la inteligencia, la voluntad, el entendimiento, la memoria, la facultad sexual para la procreación, los sentidos, y por supuesto el dolor, un bien supremo, haciendo que el dolor no fuera continuo sino intermitente, hice nacer el placer, con el cese del dolor y el sufrimiento espiritual más allá del alma y ya no puedo daros más, os di todo.

Vuestra conducta es absurda, os entregáis al amor, por ejemplo para que la otra persona os haga feliz y os dais cuenta de que no sois felices con la otra persona, os volvéis furiosos contra esa persona, maldecís a vuestros padres, a los amigos, al familiar que se marchó lejos porque no os han dado la felicidad y la buscáis en un boleto de lotería…quizás del gobierno, pero al final esperáis la felicidad de mi, que soy vuestro amigo del extranjero, esa pareja que os dejó el alma lleno de felicidad.

La felicidad está en otras cosas supuestamente más pequeñas y que no sabéis reconocer, la conciencia, la procreación, los sentidos y todo lo creado.

Si conseguís que brote de forma espontánea y manejando con discreción cada uno de esos elementos y si se es posible todos a la vez, esa será vuestra felicidad.

Tomar como ejemplo la facultad sexual y su emocionante consecuencia de la procreación, se os dió para que fuerais felices y así os unierais en el abrazo de los sexos, un placer extraordinario y el verdadero cumplimiento de la felicidad ¿pero quién tiene la culpa de que vosotros practiquéis uniones disparatadas, estúpidas y extraviadas, elegís mal y casi siempre lo sabéis, os unís sin previa elección, la procreación que es dolor, pero se logra el exquisito resultado de que perpetuéis vuestro amor y vuestras vidas, el mayor placer incomparable y felicidad como no hay otra. Habéis hecho de la mayor felicidad, la unión de dos almas, una frivolidad marcada por tormentosas y torturadoras banalidades con grandes dosis de sufrimiento, un amontonamiento de basura.

La inteligencia es para ver mejor la felicidad que se proclama en las cosas más sencillas de la vida y en cambio, la habéis utilizado para aspirar a más de forma maligna que solo sirve para envenenaros más la existencia agria, difícil, problemática e indomable.

Los campos, los bosques, la selva, os la di para que fuera un elemento de una maravillosa vista y lo habéis llenado de carteles, de anuncios frívolos y maltratando a la madre naturaleza, echáis abajo los árboles para construir muebles absurdos, cursis y de paso matáis a los pájaros preciosos para engalanar con sus plumajes media docena de mujeres sin vida real, habéis hecho de ella una cosa triste, utilitaria para un materialismo feroz. Pensar y reflexionar sobre lo expuesto, pues creo que volveré hasta que deje algunas inquietudes vuestras más claras.