30 de Diciembre, 2011

Otra vez me encontraba en Dublín, la nostalgia de las dos veces anteriores que estuve, me hicieron regresar una tercera.

En esta ocasión deseaba conocer los alrededores, los pequeños pueblos y a sus gentes, sentir la espiritualidad, la música, la cultura de una manera más profunda, de esta forma comencé comprando un billete semanal para poder montar todas las veces que deseaba en el llamado luas, el tren que recorre la costa de Dublín, y que hace parada en cada uno de esos pequeños pueblos verdes preciosos.

Después de ver algunos de aquellos lugares hermosos, unos castillos encantadores, unos con playas solitarias, otros con personas encantadoras y muy hospitalarias, un día me apeé en la estación de Bray, no se por qué, fue muy rápido, se cerraban las puertas y me bajé, quizás porque noté a personas con buena energía, otras me parecían sus rostros familiares, el caso es que me bajé del tren, sin saber en qué estación, luego supe que era la estación de Bray.

Me quedé sentado en un banco del anden, pensando en qué hacer, y a su vez para respirar ese aire tan puro que llegaba de los parques verdes a mis pulmones.

Fue entonces cuando un muchacho con el uniforme de trabajo del tren, me preguntó ¿qué tal estas?, pensé que me pediría el billete y que me estaba tratando como alguien sospechoso, le contesté, que estaba cansado, porque había visto algunos lugares de la zona andando y en fin…y que ahora deseaba visitar Bray, a lo cual me contestó, que en menos de una hora acababa su turno, y si quería me lo enseñaría el, le conteste, de acuerdo. Me quedé sentado observando al muchacho por si mi decisión había sido errónea, siempre podía decirle antes de una hora, que prefería volver otro día o cualquier otra excusa.

Le observé, llevaba un chaleco naranja tenía unos treinta y más, su pelo era rizado y de color moreno, era delgado, su cara estrecha y sus ojos grandes. A los diez minutos de ver como trabajaba, me quedé extrañado, alucinado, boquiabierto, con cara de tonto.

Aquel chico, era especial, se encontraba en el andén y a todas las personas las ayudaba, a los extranjeros les señalaba en el mapa con un bolígrafo las estaciones, a la señora con carrito y su bebé, la abría la puerta, cuando salía la gente, les ayudaba para que no tuvieran una caída, y a todas las personas, absolutamente a todas, las tenía controladas en el sitio justo del andén, para indicarlas cual era su tren, pues pasaban varios y daba lugar a equívoco, pero para eso se preocupaba aquel buen trabajador, hacía de todo y además bien, saludaba, indicaba, colocaba, abría y cerraba las puertas, tenía una sonrisa para todos, era una persona servicial, agradable, hasta la enfermedad, no era normal, nunca habían visto mis ojos algo parecido.

Acabó su turno, justo a las 6 de la tarde, se metió en una caseta, en segundos salió con una bolsa en su hombro y se dirigió a mí, para preguntarme si estaba preparado, en ese justo momento me asusté, demasiada confianza en mí, alguien que no conocía el buen chico, demasiada seguridad, demasiado todo…

Comenzamos a andar desde la estación, íbamos por una acera, me fijaba en todo, había unos billares, tiendas de moda, pastelerías, en lo que más me fijé fue en los billares, en el justo momento que el muchacho me dijo, ya sé que te gustan los billares se te nota, pensé, ¡¡joder!! ¿Quién es este tío? El sexto sentido andante, no sabía si tenía miedo, si estaba soñando o si me había tomado mi dosis de adrenalina de seguir a alguien sin conocerle.

Me llevó a su casa, y una vez allí sentados con una ventana gigante abierta y un olor especial a Bray, comenzamos a hablar relajados.

Hablaba algo de español, yo mi poco inglés, que aumenta en ciertas circunstancias como en esta, por arte de magia, de una manera u otra le dije que su forma de trabajar era muy especial, tanto trato bueno y tan servicial, no era normal en Madrid, me dijo que ya lo sabía, pero que tenía la convicción de que esa era la forma de dar las gracias al mundo y hacer algo por él, pensé que debería de tener cuidado, por si me invitaba a alguna bebida, pues creía que acabaría debajo de la hierba de su jardín enterrado como un gilipollas, pero seguí con la toma de contacto verbal.

Le comenté algo de mi vida durante mis últimos años, antes de que me preguntara por algo en concreto, hubo un silencio de los que me molestan, inquietantes, mi amigo irlandés dijo: cuando pasamos por el billar, te observé los ojos, como mirabas a los chavales de la puerta, les desafiaste y supe que te gustan esas muestras de valor sin sentido, que has vivido en ambientes raros y que te gusta el sabor agridulce de malograrte. Lo que te pasa, dijo sacando un corcho y un vaso lleno de agua, arrojó el corcho al agua, es esto, mira nunca te hundes, es como fracasos a tiempo parcial, por horas, luego regresas con las personas de tu confianza y estas te rescatan, pero algún día no podrá ser así, mis padres murieron en un accidente de tráfico, y es por eso que veo las cosas de otra manera, quiero vivir por ellos, porque mis padres nunca hubieran dejado que me hundiera como te pasa a ti, siempre están ahí y tú lo sabes, y mi trabajo es una parte muy importante para ser una buena persona y tener decencia.

Tenía ganas de llorar, pero mi amigo irlandés se anticipó otra vez, me susurró que llorara si lo deseaba, me quede vacío, no sentía nada, solo oía su voz, que decía, que no era el único, que había visto a mucha gente como yo en la estación, y que algunos no se habían quedado con él y otros sí, y estos reaccionaban como yo, entonces le pregunté con una media sonrisa y con lágrimas en los ojos, ¿y tú quien eres, un ángel, o un psicólogo a tiempo parcial? Con cierto humor para paliar el dolor interno, me contestó también con humor, trabajo por horas, según con quien…sobraban las palabras nos reímos juntos.

Salimos a caminar por un parque verde, me sentía con una paz interna muy agradable, y le dije al muchacho de Bray, ¿sabes? También pienso que muchos de mis errores me dejaron maravillosos recuerdos que me enorgullezco de no haber evitado por culpa de no reflexionar, a lo que me contestó, por supuesto, todo eso que dices te a traído hasta aquí, y para mi es un placer, además sabías eso de que iban dos vasijas de agua, y una estaba un poco rota, y la decía a la otra, voy a llegar sin agua a la casa, y la que no estaba rota, contestó, no te preocupes y mira hacia detrás…

GRACIAS A TU AGUA DERRAMADA, MIRA CUANTAS FLORES HAN FLORECIDO.