4 de Noviembre, 2011
Llegué a Dusseldorf un día cualquiera, a una hora sin importancia, en esta ciudad me había dejado un trocito de mi corazón dos años antes en mi primera visita, ya que en aquel entonces, estuve con unos amigos alemanes los cuales me enseñaron cosas de gran importancia para mi vida espiritual, quizás a la señora bohemia, y se comportaron de una forma maravillosa conmigo, fuimos una gran familia durante 15 días.
En esta ocasión fui solo, me hospedé en un hostal sin importancia, con una joven japonesa en la recepción que me pareció la mujer de mi vida, algún día volveré para cuando ya no esté.
Por la mañana al día siguiente que era domingo, fui a ver la zona donde se reúnen los alemanes de esa ciudad a tomar unas cervezas, yo me tomé otras tantas, siempre observando cualquier acontecimiento que ocurriera a mi alrededor, para enriquecer la memoria y la sabiduría
La mañana se hizo en tarde y la tarde en noche, el ambiente era embriagador y muy festivo, me dejé llevar por los impulsos hasta la caída de la noche, entonces tomé la decisión de regresar al hostal.
Camino hacia mi refugio, de una cama caliente y de ver la sonrisa de la joven japonesa, escuché música, unas notas musicales acompasadas de unos silencios en mi interior, que me hicieron reflexionar sobre tiempos pasados.
Salían de un local cerrado, era privado, pero por nada del mundo dejaría pasar aquella oportunidad de poder estar junto aquellos músicos, llamé a la puerta y en inglés y con cara de inocente, les pedí por favor si me dejaban entrar y poder disfrutar de aquella música de jazz, bien es verdad que soy un profano en este tipo de música, pero se cuándo está presente el talento.
Al rato de estar contemplativo y atónito, pregunté a uno de ellos que si eran famosos, que si habían tocado en algún lugar importante. El políglota del grupo me contestó que el mismo camino que conduce a la gloria del artista, conduce a la ruina económica, que habían cometido grandes errores a la hora de tomar decisiones, los muchachos tenían un aspecto de lívidos, repeinados, me daba la sensación de que podían caer enfermos por el aire de una ventana abierta.
El muchacho me dijo que la vida hedonista para ellos fue su error más grande, y que lo que mejor se puede hacer es saber lo que no puedes hacer… en una decisión, con una frase, cambia tu vida, seguimos hablando un poco de todo, y me dedicaron una canción, para mí solo con mi nombre, me hicieron mejor persona, me despedí de ellos con lágrimas en los ojos, como casi todas mis despedidas, sin mirar hacia atrás y caminado en silencio.
Ese caminar silencioso, y las emociones por las nubes, me dieron ganas de tomar una cerveza más y de más, caminaba por la acera mirando por si había algún bar. O tienda para conseguir la cerveza, no quería renunciar al vicio de tomarme una cerveza alemana reflexionado sobre lo acontecido.
Cuando caminaba, al cruzar la carretera se puso a mi lado una mujer, con el cabello largo y moreno, tenía una silueta bonita y olía a colonia cara, a pelo recién lavado a un olor que me decía muchas cosas, pero que no llegaba a entender en ese justo momento la situación.
la calle estaba vacía, el semáforo en verde y ella junto a mí para cruzar, y al cruzar pude ver una tienda en las que vendían cervezas, eran de botella de medio litro, compré dos para llegar al litro, de diferentes marcas para llenar mis conocimientos cerveceros, me dirigí a un banco de la calle, acabé una de las cervezas, mis reflexiones y la vitamina tomada me hicieron levantarme porque quería ver las luces de la ciudad de noche, fui a un lugar de reciclaje para depositar la botella y saliendo de la nada, apareció la mujer cruzándose hasta el punto que su pelo rozo mi cara, si tenemos en cuenta, que en la susodicha calle no había nadie y esa mujer aparecía a mi lado tal cual, las sospechas eran fundadas.
Esta vez la seguí yo, fijándome bien de que no se trataba de una trampa, por si alguien estaba detrás de estas maniobras, me di cuenta que había dejado la otra botella entera en el banco, pero tenía que seguir a mi sospechosa, decidí cambia de acera, ya que se había dado cuenta que la seguía y lo mejor era esa estrategia, si se marchaba, adiós, si me seguía …y me siguió, sin más, paré y la dije algo en inglés que no entendí ni yo mismo, me preguntó de donde era en un perfecto inglés, la contesté, la mujer me dijo que podíamos hablar mitad en inglés y otra en español, ya que según me comentó había estado en Santander no sé cuánto tiempo y que la gustaba hablar en español, mejor para mi desde luego.
¿A dónde vamos me preguntó? ¡¡Hombre!! Puestos a preguntas tan directas y los antecedentes, le dije, que a la habitación de mi hostal, ella replicó que mejor a su hotel, qué hotel ni que cojones…pensaba yo, esta me mata o me van a hacer la llamada 12/13 madrileña, fuimos a un hotel céntrico de cierto nivel y esto me tranquilizó.
Una vez en la habitación, me senté como un niño en el dentista, la señorita, en ese momento me pareció muy bella, no la había podido ver bien en la penumbra de la noche, además llevaba unos guantes de seda o parecido, que ni me había fijado hasta entonces, se sentó a mi lado y me temblaban las pestañas, directamente la dije para romper el hielo, esto no está pasando, es un sueño y voy aparecer en mi cama en cuanto diga a mi mente ¡despiértate!, se rió y me respondió con una frase, me gusta tu forma de andar. Esta sí que es buena, exclamé, sabía que valía para modelo, me hacía falta que alguien me lo hiciera creer gracias, ironicé, tú también andas de forma muy bonita, ¿qué podía decir?
Llegado el momento, ese momento en que debes decir algo, lo que sea pero algo, se me ocurrió lo peor, la comenté con voz quebrada y cansada, consciente o inconsciente, que lamentablemente, tenía la sensación de que las mujeres que llenaron mi vida fueron las mismas que vaciaron mis bolsillos, no era verdad, quizás lo dije, por lo que lo dije.
Aquellas palabras la produjeron una evidente incomodidad e insoportable dolor, y pronto respondió, gracias por tu franqueza, y me dió una bofetada, que si no hubiera sido por los guantes de seda, lo llamaría ¡¡ostión!!Con perdón, esa bofetada con guantes y con cara de enfado, (las mujeres cuando se enfadan, están mucho más guapas y pocas lo saben) me dejó un dolor agradable, nostálgico, sin rencor, fue poesía pura.
Se me hacía tarde para no hacer nada y no recuerdo que le dijese nada más, aceptó mis excusas y me marché sin un solo reproche. Antes de marcharme, me preguntó que quizás, en caso de quedarme, se quitaría los guantes, y seguro que sería mejor, pero ya no había marcha atrás cada uno debía de tomar su camino, y el mío era llegar otra vez al banco donde estaba mi cerveza intacta a las 5 de la madrugada, y tomármela escuchando desde allí, la música de jazz que seguía sonando.
SILVIA, MARAVILLOSA.
NADA SUDECE POR CASUALIDAD.
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